A primera vista son opuestos. En cabalá, la mente se asocia con el
agua, (frío y húmedo), mientras que el corazón con el fuego (cálido y seco). La
mente supervisa el cuerpo e idealmente debe ser “fría y receptiva”. La
experiencia del corazón es de exaltación (hitpaalut), sin la cual no
puede continuar latiendo y bombeando sangre.
La mente pugna por ser objetiva, por observar la realidad tal como es
(con los 5 sentidos, la vista que corresponde a la sabiduría, el oído al
entendimiento, etc.) mientras que el
corazón se esfuerza en tener sentimientos subjetivos por los demás. Podemos
decir que la mente percibe y el corazón experiencia. La mente está
asociada con el aspecto masculino de nuestro ser y el corazón con el femenino.
En el hebreo moderno, el nombre Eva (Java) es la raíz de la palabra
experiencia.
De esto aprendemos que conseguir un balance entre ellos es unirlos
realmente en un matrimonio metafórico dentro de cada uno de nosostros. El
objetivo de la Torá siempre es unir, la primera tarea en pos de tal objetivo
debe ser respecto a nuestras percepciones y experiencias.
Las experiencias llevan más fácilmente a la acción que las
percepciones.
B¨H.Todá rabá H¨,por Tu Sabiduría.
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